Hoy he decidido ponerme a escribir, un día más. Uno cualquiera, a las tres de la mañana. Sin poder dormir, sólo me surgen palabras. Mi cabeza es un bullicio que no me deja pegar ojo. Es una manía que tengo: durante el día sueño despierta y por la noche escribo en sueños.
Podría haber esperado a que el momento fuera más apropiado, podría haber seguido como si nada, con mi rutina y trabajo diario, durante mucho tiempo más. Podría haber actuado de forma más sensata, como, por ejemplo, salir de viaje teniendo otra fuente de ingresos para no quedarme sin red. Podría… Tantas cosas podría haber hecho… Pero quizás entienda más las cosas de corazón que con sensatez. Elegí el camino de los sueños. Decidí no esperar. Sin saber bien qué me espera mañana.
Lo cierto es que hay muchos tipos de sueños. Los hay pequeñitos y otros grandes, factibles o inalcanzables. Depende de la perspectiva. El mío hace un tiempo fue salir de viaje, el cual estoy cumpliendo desde hace un mes y medio con Javi. Viajando por Perú. Descubriendo paisajes, gente y comida distintas, que, al fin y al cabo, no lo son tanto. Nos unen muchas más cosas que las que nos diferencian. Pensamientos que surgen en el Machu Picchu.
Mi segundo sueño
Otro bien grande es ganarme la vida humildemente con la escritura, de un modo u otro. Ahí está, en el trasfondo de mi pensamiento, acompañándome a cada paso. Al menos, por el momento, aunque quién sabe si se transformará. Mientras observo la rapidez con la que se mueve el paisaje desde el autobús. Mientras hablo con la “casera” del mercado, que tan amablemente nos sirve el almuerzo y nos explica de qué consta el menú: una sopa de quinua/crema de maíz/menestrón (sopa de “fideos”), un primer plato que acostumbra a ser fijo siempre, y de segundo tallarín con pollo o pescado con arroz, por ejemplo, el cual sí que dan a elegir. Y sentados en el banquito frente a ella, le sonrío mientras pruebo el nuevo sabor del día. El de la incertidumbre. Y lo abrazo.
Paseando con mi pareja descubro cada rincón por partida doble. A través de sus ojos y de los míos. Cada día sigue siendo una experiencia compartida. Cada momento, un abanico de posibilidades. Descubriendo la magia de la montaña de colores. Materializando un reto que no termina en la cima a 5.200 metros. Creyendo que todo es posible y trabajando en ello.
La plaza, los árboles, esa persona que tienes enfrente, un pájaro o una llama te envía mensajes para que los interiorices. Para que aprendas a interpretar lo que realmente significa. El mundo es de todos y no de unos pocos… La responsabilidad de cuidarlo es, por lo tanto, compartida, de cada uno de nosotros.
Munay, un concepto andino
A través de una conversación con Miguel Ángel, un director de teatro peruano que dio un giro a su carrera y rechazó su propio éxito profesional para dedicarse a los más humildes, con el que tienes la suerte de alojarte unos días y compartir sentimientos, te habla sobre el concepto andino: munay. Una palabra del idioma Quechua, de Perú, que significa el amor a la naturaleza, a uno mismo y hacia los demás. Y de cómo, por ejemplo, las piedras son consideradas con una energía especial que transmite el amor incondicional de los abuelos.
A raíz de esa palabra surgen de lo más profundo mis propios pensamientos. Me pierdo entre reflexiones sin fin. El amor como escalera hacia esos sueños, tan personales e intransferibles. El amor como motor del cambio. El aprendizaje que significa darse cuenta de que no existe una cultura mejor que otra, en ningún sentido.
La empatía que genera mirar a la otra persona a los ojos y sentir cómo se te dibuja una sonrisa de forma inevitable. La magia que tiene el horizonte, real o imaginario.
Y, como consecuencia, un remolino interior que te impulsa a actuar, arremangándote para ponerte manos a la obra, dispuesta a volar. Siendo consciente que cada minuto cuenta, y en eso estás. Intentando aprovecharlo a tu manera, de la mejor que sabes y que llevas dentro, tan tuya. Tal y como lo sientes.
Al fin y al cabo, quizás se trate sólo de eso, tan simple y complicado a la vez, según se quiera mirar. Disfrutar de lo que tenemos, que somos nosotros mismos y todo lo que nos rodea.
Siempre es hora de soñar. Sigamos avanzando. Tenemos todo por delante.
Y a ti, ¿qué reflexiones te surgen a raíz de este artículo? Si quieres, puedes dejar un comentario aquí abajo. ¡Lo leeré encantada!
Una vez más, me encanta cómo escribes!!! tus reflexiones me llegan hasta el fondo del corazón… qué difícil hacemos que sea la vida, con lo sencillo que sería disfrutar y aprovechar todo lo que tenemos el día a día, las pequeñas y sencillas cosas que no valoramos, siempre preocupados por lo material, por el mañana…. y se pasan los días y perdemos un tiempo tan valioso, que jamás podremos recuperar… estoy feliz por vosotros, cumpliendo vuestro sueño y lo más importante, siento y veo que estáis muy felices, contentos con todas las vivencias… seguir así y no dejes de escribir!!!! un besazo para los dos
Es verdad, Sonia. Y yo me estoy dando cuenta de todo esto durante este viaje… Lo mejor de todo es darse cuenta, primero… Y poco a poco ir dando pasitos hacia el sueño que tengas. De todos modos, valorar los pequeños detalles del día a día es un aprendizaje increíble que se puede empezar a poner en práctica en cualquier momento… Simplemente, es un cambio de perspectiva e intentar relativizar los problemas diarios y preocupaciones varias… Creo que a la vuelta de nuestro viaje veré muchas cosas de forma distinta, pero bueno, tiempo al tiempo. ¡De momento toca seguir disfrutando de esta experiencia al máximo!
Que els somnis es vagin fent realitat, Ana. No deixis de somiar mai. M’alegra molt veure’t tan feliç. Disfruteu del viatge i de totes les persones encantadores que coneixeu, segur que us enriquiu molt. Fins aviat , esperant ja el següent post!
Gràcies, mama! Això estem intentant cada dia, gaudir de l’experiència per endur-nos tots els aprenentatges cap a casa… Besitoss!!!??
vas a valorar tantas cosas vas a aprender tanto de la pachamama,por ejemplo que las piedras tienen vida.Del otro lado del mundo los judios no dejan flores a sus muertos dejan piedras en ellas esta el amor la memoria la trascendencia,etc
¡Cierto, Betty! ¡Esa conexión con la naturaleza es tan enriquecedora que me abruma! Cuántas cosas quedan por aprender de ella… ¡Un abrazo muy fuerte!
Hola Ana, Javi..me emociono veros y soy feliz de veros felices, tan facil que seria la vida si sacasemos de nosotros todo lo que nos separa del otro, sea lo que sea y vivir el momento como dice San Pablo “A cada día le basta su afan”. No dejeis de disfrutar, os llevo en mi oración y mi corazón, os estraño pero me alegro muchisimo por vosotros.
Un beso y un abarzo.
¡Qué ilusión leerte, Mª Eugenia! ¡Muchas gracias por tus palabras! 🙂 Nosotros también te echamos de menos… Seguro que en cuanto queramos darnos cuenta, ¡ya estaremos de vuelta! El tiempo pasa rápido… ¡Un beso muy grande!
Qué envidia Ana, pero de la sana ; )
La inmensidad de la naturaleza y la vitalidad de la gente no se dejan a veces describir.
Me ha gustado mucho lo de las miradas cruzadas y las montañas de colores, claro.
Un abrazo a los dos!
¡Gracias, guapa! 🙂 Pues sí, tienes razón… La verdad es que es muy difícil describir algo que lo sientes de forma muy especial… Cada día es distinto y cada detalle influye en la experiencia del viaje constante… Me recuerda un poco a la sensación que tuve durante el camino de Santiago, cuando a cada paso descubres algo nuevo, ¡es una pasada! Y la capacidad de adaptación también se va desarrollando, poco a poco 🙂 Y lo más importante de todo es lo que vas aprendiendo de las personas que vas conociendo, eso te lo llevas dentro de la mochila sin darte cuenta… ¡Un abrazo enorme!