De repente estaba de viaje con mi pareja, en ese momento nos encontrábamos en la habitación de un hostal. Yo tenía la mirada puesta en mi bolsa, que no se paraba de mover. Algo se movía dentro, se resistía, gritaba. Empecé a hablar más alto para que no oyeran esos gritos, para que no se dieran cuenta de nada. Seguimos nuestra marcha.
Una fuerte sacudida
Más tarde, fuimos a ver a unos conocidos a otro sitio y esa voz seguía escondida, esta vez iba en mi bolso. Me acerqué a ellos, les saludé, y noté cómo mi bolso se agitaba. Se movía y empecé a hacer presión en él para que dejara de hacer eso, puesto que lo último que quería era que se notara. Empezamos a hablar de ellos, de cómo estaban y también de nosotros, de cómo nos iba todo. Hubo un momento en que una fuerte sacudida del bolso me hizo sentir más que incómoda, y lo tiré hacia atrás. Lo aparté para que no vieran que algo se estaba moviendo en el interior. Sin embargo, al cabo de poco rato una mano me tocó el hombro por la espalda y me sobresalté.
– “Disculpa, algo se mueve dentro de tu bolso todo el rato”, me dijo.
– “Eh…sí…es que tengo…”, me salió decir, mientras me alejaba hacia la calle.
No pude terminar la frase. Dirigí mi mirada hacia el bolso y lo abrí aterrorizada, y en ese momento salió del bolsillo interior esa voz inquieta, ansiosa por ser libre, ella misma, y feliz de poder al fin volar hacia el exterior. Así me quedé por unos instantes, hipnotizada…mirando hacia el cielo cómo se alejaba esa estela de palabras aladas.
Qué bonito, Ana. 🙂
Muchas gracias Esperanza! Te mando un fuerte abrazo!! 🙂